Como resultado de un reciente viaje de Dilma Rousseff a Turquía, una serie de iniciativas conjuntas entre los dos países buscan la cooperación en el desarrollo y producción de vehículos aéreos no tripulados (UAV, por sus siglas en inglés) así como en aviones de combate.
Según el Gobierno brasileño, el objetivo sería conquistar mayor autonomía en sectores militares considerados fundamentales, eliminando la dependencia de productores extranjeros. La presidenta Rousseff ya había mencionado la ampliación de la flota de aviones no tripulados para el monitoreo de fronteras, y el tema forma parte del debate de la campaña electoral. Hace pocos meses, la Policía Federal colocó en operación el primer UAV y semanas atrás, la Fuerza Aérea Brasileña (FAB) obtuvo excelentes resultados con la Aeronave Remotamente Pilotada ARP RQ-450 durante la Operación Ágata, tanto en la frontera amazónica como en el centro oeste de la frontera sur del país.
Más recientemente, el Palacio de Planalto aprobó una serie de beneficios de tasas aduaneras e incentivos fiscales para el sector de la Defensa, también con a meta de fortalecer la producción nacional.
La busca de acuerdos con países que presenten las mismas demandas es una tendencia mundial y en este escenario estratégico-diplomático Ankara puede tener algunas soluciones que interesan mucho al Gobierno brasileño.
Las conversaciones entre Rousseff y el ministro de Defensa, Celso Amorim con el presidente Abdullah Gul llegaron a un entendimiento por el que ambos países procuraría mayor autonomía militar. Uno de los principales proyectos es el del UAV: “Nuestro objetivo es el de desarrollar un producto nacional y pocos países están siendo invitados a formar parte”, explicó el embajador de Turquía en Brasil, Ersin Erçin. “Brasil es uno de los socios que queremos tener en esta fabricación”, dijo.
Otro proyecto es la construcción de un avión de combate, capacidad restringida a un selecto grupo de naciones. “Estamos formando un consorcio y queremos que Brasil esté implicado en el proyecto”, comenta el embajador, indicando que la reunión de la semana pasada se llegó a un entendimiento de que ese proyecto iría adelante.
Una de las opciones sería la de usar parte de la tecnología ya desarrollada por Embraer. La empresa brasileña no domina los conocimientos necesarios para el proyecto y construcción de producción de aeronaves de combate supersónicas, pero todo lo restante de la intrincada cadena de procesos de producción para la fabricación de cazas de menor rendimiento ya se realiza rutinariamente, como en el caso del AMX, denominado por la Fuerza Aérea Brasileña como A-1.
Por su parte, Turquía necesita sustituir una vieja flota de cazas norteamericanos F-4 Phantom II modernizados por la industria israelí, y también ya trabajan en la renovación de la flota de cazas Lockheed Martin F-16 en sus versiones más antiguas, montados en el país por la empresa estatal TAI (Turkish Aerospace Industries).
En cuanto a la compra de 100 unidades del avión de quinta generación F-35 JSF, un negocio valorado en 15.000 millones de dólares, la planificación prevé que las primeras unidades se entreguen a Turquía a partir de 2015. Mientras tanto, treinta ejemplares del avanzado avión F-16C/D Block 60 está siendo entregado a la Fuerza Aérea Turca con carácter provisional, como forma de reducir el ‘Gap Fill’.
En paralelo, la anunciada renuncia de la compra del Eurofighter Typhoon llevó a Turquía decidirse por la formación de un consorcio multinacional para la producción de un avión de combate nacional, eligiendo a TAI como coordinadora de todo el complejo industrial necesario.
En un primer momento, Turquía se mostró bastante interesada en participar en el Programa KF-X, que proyecta la construcción de un caza ligero de quinta generación para Corea del Sur (con participación de Indonesia), pero la aparente falta de inversión surcoreana en el proyecto alejó la posición turca, y la dirección tomada ahora apunta a Brasil. Según fuentes turcas, el proyecto de un nuevo caza nacional deberá estar operativo en su Fuerza Aérea hacia 2023.
La búsqueda de asociaciones internacionales es una forma de reducir costes y riesgos del programa, acelerando el proceso. La entrada de Brasil como socio en este programa se interpreta como una posible ‘muerte’ definitiva de la licitación de comprar de un nuevo caza para la FAB, conocida como FX-2, y que se arrastra sin conclusión por casi dos décadas.
Hasta el momento, el Gobierno brasileño viene manteniendo su decisión de anunciar el ganador en 2012 entre los finalistas de la licitación FX-2, los modelos F-18 Super Hornet (Boeing), Gripen NG (SAAB) y Rafale F.3 (Dassault).
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